lunes, 27 de octubre de 2008

El Albergue de Transeúntes registra 334 nuevos usuarios en lo que va de año


 

Isabel Szechenyi Conde, educadora del Albergue, atiende a uno de los usuarios el pasado jueves.
 
Entre enero y el pasado junio, atendió a 509 personas, de las que el 65,6% acudía por vez primera al centro
La larga estancia en la calle de la práctica totalidad de ellos dificulta la intervención de los profesionales
Cuando se encuentra a punto de cumplir cuatro años de su existencia, el Albergue Municipal de Transeúntes registra en lo que va de ejercicio una importante renovación entre sus usuarios. Así, de las 509 personas atendidas entre el pasado mes de enero y el de junio, 334 accedían por primera vez a las instalaciones gestionadas por Cáritas Arciprestal de Avilés, lo que representa un 65,6% de nuevas atenciones.
Aunque se mantiene la actividad en la línea de años anteriores, cuando se han registrado medias mensuales de 157 usuarios pernoctando, esta situación ha provocado, según datos facilitados por Cáritas Arciprestal, un cambio sustancial en el perfil de las personas que se atienden. Así, frente a los usuarios de las antiguas instalaciones, y que siguen acudiendo, se encuentran nuevos perfiles: jóvenes, enfermos mentales, personas mayores, mujeres con cargas, incluso familias.
Estos dos grupos disponen de la ventaja de contar con espacios reservados de acuerdo a sus necesidades. Y es que, al dormir en habitaciones compartidas, en el diseño del edificio se reservó un espacio específico para las familias y otro para mujeres, distinto de las habitaciones para hombres.
La situación de las personas que acuden al centro municipal es muy diferente. Más de la mitad llegan en una situación de cronificación importante. Es decir, hace tiempo que han perdido su hogar y estabilidad económica y familiar. Los problemas que sufren ahora son similares a los de hace dos años, con lo que la crisis económica no ha repercutido en su modo de vida.
Según se explica desde el Albergue, esta situación de cronificación dificulta la labor de las trabajadoras sociales para que los transeúntes alcancen la normalización. Por eso, el primer objetivo es tratar de reducir el daño, el deterioro que supone vivir de forma constante en la calle con el riesgo de perder hábitos sociales y laborales.
Coordinación
La actividad se coordina en la medida de lo posible con el resto de instituciones públicas y agentes sociales: hospitales, servicios sociales, comunidades terapéuticas... Esta coordinación busca aunar esfuerzos y permitir la recuperación e integración de los afectados, explican desde Caritas. Además, la actividad diaria permite detectar otros dos grandes problemas en los usuarios, el abuso de drogas y las enfermedades mentales. Así, más de la mitad de las personas acogidas abusan de algún tipo de sustancia. La más frecuente es el alcohol, aunque también se detectan otros consumos.
Tampoco se puede olvidar que, entre los usuarios, hay un 20% de personas que tienen enfermedades mentales. Además, existe un 9% en el que coincide la enfermedad mental y el consumo de drogas. La mayor parte de los acogidos tiene entre 30 y 60 años. Precisamente, en las diferentes memorias anuales se ha destacado el incremento de jóvenes que acceden a este tipo de instalaciones. En los seis primeros meses de este año, se han atendido a 129 personas mayores de 51 años y 53 mayores de 60 años.
Cuando una persona llega a la calle pierde sus referencias sociales y laborales. A partir de ahí comienza un proceso de deterioro que afecta desde su salud a hábitos cotidianos como puede ser la organización del descanso, el ocio o la higiene personal.

En esta espiral de degradación, el albergue se presenta como una posibilidad de frenar esa pendiente y tratar de recuperar a la persona hacia los cauces 'normalizados'. Es un proceso lento y voluntario y donde se necesita un trabajo continuado en el tiempo para lograr los resultados anhelados. En principio, la estancia en el albergue es limitada. Superado un plazo de tres días, el usuario debe abandonar la institución. Con todo, se permiten algunas excepciones por una serie de motivos justificados, como puede ser la salud.

Además de tener un lugar donde dormir y donde comer caliente en horarios estables, el albergue ofrece otras posibilidades que pueden ser utilizadas por transeúntes que, por las razones que sean, no pernoctan en él. Así existe un centro para la higiene, tanto personal como lavado de ropa, ropero, centro de día para el tiempo libre y posibilidades como tener un día a la semana la asistencia de un podólogo. «No se trata de ningún lujo, sino herramientas necesarias para ayudar a un colectivo de personas a poder vivir con la dignidad propia de cada ser humano», señalan desde Cáritas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay datos en el artículo que son incorrectos. De enero a junio se atendieron a 586 personas, de las que 503 fueron hombres y 83 mujeres.

Cuando se refiere a "incluso familias" parece que varias familias han pasado por el albergue, cuando en realidad sólo una familia aparece en la base de datos.

Cuando dice "se ha destacado el incremento de jóvenes", tal incremento es de 1 joven (3 jóvenes en el semestre anterior y 4 en el del estudio).

Omitiendo los redondeos (siempre al alza) en los porcentajes que indican, algunos son de un error muy gordo: en realidad un 4,6% de los transeúntes tienen problemas de salud mental y toxicomanía, en contra del 9% que señala el artículo.

Existen más errores, aunque menores, en los que presumo de buena fe.

¡A saber cómo interpretarían el informe la gente de El Comercio Digital!